Pages

miércoles, 4 de junio de 2014

Florencia






Donatello, Masaccio, Filippo Lippi, Ghirlandaio, Botticelli, Miguel Ángel, Bronzino, Leonardo, Rafael, Vasari son nombres estrechamente ligados a Florencia y sin duda nos toparemos con sus obras antes o después. De lo que quizá no seamos tan conscientes es de que la ciudad del humanismo está igualmente ligada a las otras artes. Desde la literatura con Dante Alighieri y su Divina Comedia, Boccaccio y su Decameron, o El Príncipe de Machiavello escrito para un Médicis, hasta el pionero laboratorio fotográfico de los hermanos Alinari, abierto en 1854 aún activo y convertido en Museo de la Historia de la Fotografía (plaza Santa Maria Novella), la vinculación entre Florencia y la cultura no ha cesado. Quienes visiten la ciudad entre mayo y junio podrán comprobarlo.
Son los meses del Maggio Musicale Fiorentino que va por su 77ª edición y convierte la ciudad en un gran escenario. Junio es también el mes en que la ciudad se vuelca para reproducir las partidas de calcio (fútbol) tal cual se jugaba en 1580 y con indumentaria de época en la plaza de la Santa Croce. Al juego acompañan cabalgatas, comparsas y fuegos artificiales sobre el río Arno la noche de San Juan.

En el año 59 a.C. los romanos fundaron Florentia como puerto fluvial, aunque no fue hasta el siglo XI con la condesa Matilde de Toscana (1046-1115) cuando empezó a hacer honor a su nombre y floreció. La condesa, aliada del Papa, cobijó en la ciudad a órdenes religiosas que fundaron conventos e iglesias, y también concedió fueros y prebendas a los nobles y a la emergente clase acomodada a cambio de apoyo contra el Imperio Carolingio. Tras su muerte, la ciudad se declaró autónoma y cobraron fuerza los mercaderes y artesanos. Pronto familias como los Médicis desbancaron en el poder, no sin conflicto, a los aristócratas. Para legitimar y consolidar su prestigio, los ricos comerciantes encargaron sus residencias a grandes arquitectos y artistas, lo cual, sumado a la pujanza de las órdenes religiosas (franciscanos, agustinos, carmelitas y dominicos), explica la acumulación y variedad de obras maestras en Florencia.

Florencia es una ciudad especialmente agradecida para visitar porque resulta abarcable. Sin embargo la impresión es engañosa y bien puede ocurrirnos lo que a Stendhal, que al darnos cuenta de que la belleza por admirar no tiene fin, suframos un auténtico ataque de angustia. Para evitarlo, y si vamos a disponer de pocos días, conviene resignarse de antemano y disfrutar del paseo a pie, pues gran parte es peatonal.



































































































via:ng