martes, 1 de julio de 2014

Los barcos de los faraones


Sin el Nilo, el río sagrado, Egipto únicamente sería un vasto desierto. En la antigüedad, la crecida anual de sus aguas garantizaba el sustento de quienes habitaban en sus orillas y, a la vez, servía como privilegiada vía de comunicación a lo largo de los miles de kilómetros de su cauce. Por ello, en la vida cotidiana de los egipcios los navíos desempeñaron un papel fundamental, ya fuera para el desplazamiento de las personas, el transporte de mercancías o numerosas ceremonias religiosas. Se conservan muy pocos restos de estas embarcaciones, probablemente porque la madera de la que estaban hechas era un bien preciado, por escaso, y sin duda a menudo se reutilizó para hacer ataúdes, pero sí existen numerosísimas representaciones que nos muestran los distintos tipos de navíos y su evolución.
Así, algunos vasos del período predinástico muestran que entonces abundaban los barcos a remo, con doble cabina, y el casco seguía una curva uniforme de proa a popa. Esta característica de los grandes barcos egipcios sirve para diferenciarlos de otros supuestamente asiáticos. En una tumba de Hieracómpolis, cuyos restos pintados se conservan en el Museo Egipcio de El Cairo, vemos cinco barcos de casco blanco con la línea curva típicamente egipcia, pero un sexto navío, con casco negro, presenta una popa casi vertical. Por su parte, el Museo del Louvre expone el cuchillo de Gebel el-Arak, de época predinástica, en cuyo mango de marfil se representa una batalla naval. Algunas de las naves mantienen la tipología clásica egipcia, pero otras tienen tanto la popa como la proa levantadas y una de las cabinas abombada, como la de la barca negra de la tumba de Hieracómpolis. Mientras algunos autores ven en la escena un enfrentamiento bélico entre egipcios y asiáticos, otros interpretan que se trata de una lucha entre egipcios: un ejército del Alto Egipto contra una coalición del Delta.
Además de estos primeros grandes barcos, el Nilo acogió embarcaciones de muy diverso tipo. Tanto pescadores como agricultores se desplazaban en pequeños esquifes hechos de papiro, idénticos a los empleados hoy día por los pescadores del lago Tana en Etiopía, donde nace el Nilo Azul. Y no sólo los hombres: también Re, rey de los dioses, recorría en una barca el cielo diurno y en otra hacía la tenebrosa singladura de la noche.

Aunque, como decíamos, apenas queda rastro material de estos navíos, los arqueólogos han hecho algunos hallazgos notables. En 1991, una misión norteamericana descubrió catorce barcos de madera de tamarisco en la necrópolis tinita de Umm el-Qaab, en Abydos, donde se enterraron los reyes de las dos primeras dinastías. Las embarcaciones, de 23 metros de eslora (longitud), se encontraron alineadas, enterradas a poca profundidad, protegidas lateralmente por unos muretes de adobe y cubiertas con una pasta de limo y cal. Por lo general, las barcas formaron parte del ajuar funerario de reyes y altos dignatarios, como así lo atestiguan las numerosas fosas en forma de barco halladas junto a las mastabas y pirámides de los Imperios Antiguo y Medio. Fosas que en su día albergaron barcas que no tienen porque ser «solares», con un cometido exclusivamente funerario, como se ha escrito, sino que pudieron haber navegado por el Nilo. Tras el descubrimiento de Abydos hay que llegar hasta la dinastía IV para encontrar barcas destinadas al ajuar funerario de otro faraón, Keops. Una de ellas, hallada en 1954, se expone hoy en un museo ubicado sobre su emplazamiento original. Esta barca navegó por el río, pues entre otros indicios su plancha de abordaje presenta signos de utilización. En la barca de Keops, la trabazón de las diferentes tablas del casco se realizó mediante un «cosido» con cuerdas de esparto, mientras que en las de Abydos se empleó el tradicional sistema de cajas y espigas, de uso común en carpintería.
Lo que cuenta la arqueología

El tercer hallazgo importante de barcos se hizo en Dashur, unos 40 kilómetros al sur de El Cairo. En 1894, Jacques de Morgan descubrió junto a la pirámide de Sesostris III, de la dinastía XII, seis barcas de madera de cedro de las que en la actualidad se conservan cuatro. Una está en el Museo de Chicago, otra en

el Museo de Pittsburgh y las otras dos en el Museo Egipcio de El Cairo. Su eslora varía desde los 9,4 metros de la de Pittsburgh hasta los 10,2 metros de una de las de El Cairo. Dos largos remos en la popa les servían de timón.

Durante el Imperio Medio se introdujeron mejoras técnicas en los barcos. Se colocó un solo remo a popa, usado como timón, en lugar de los dos de uso corriente en el Imperio Antiguo, y también desapareció el mástil doble que fue sustituido por un solo palo. A pesar de ello, el diseño del casco de los barcos siguió siendo básicamente el mismo.

Podemos conocer en detalle cómo eran las embarcaciones egipcias por la decoración de las tumbas, que normalmente incluía bajorrelieves o pinturas de barcos con detalles más o menos definidos. En las mastabas de Ptahotep y de Ti, de la dinastía V, en Saqqara, asistimos a la construcción de barcas de madera y de papiro. Otros detalles de aparejos, velas y cabos, así como de las cabinas de barcos de transporte y recreo, podemos verlos en la pared occidental de la sala de pilares de la mastaba de Mereruka, visir del faraón Teti, de la dinastía VI. También aquí se aprecia que los barcos sólo tenían un mástil y una vela cuadrada. El mástil, en esta época, estaba compuesto por dos palos que se unían en la parte superior. Allí, una pieza semicircular fija permitía el deslizamiento de los cabos de izado de la vela, ya que en Egipto nunca se conoció la polea.

En la calzada de Unas, último faraón de la dinastía V, se observan unas barcas grabadas en el muro. La escena detalla cómo un sistema de gruesas sogas de cáñamo permite abatir el gran mástil sobre la cubierta, en la que descansan dos columnas destinadas al templo funerario del rey. Estas grandes columnas, una en su templo bajo y otra en el Museo del Louvre, dan idea del gran peso que podía aguantar la embarcación.
Enormes barcos de carga

Es interesante la escena grabada en el primer pórtico del templo de la reina Hatshepsut en Deir el-Bahari (dinastía XVIII). Allí, un gran barco construido con madera de sicómoro transporta, desde Asuán, en la primera catarata, al templo de Karnak, en Tebas, los dos obeliscos que la reina mandó erigir para el templo de Amón. Estos monumentos, de 29 metros de altura, pesaban unas 686 toneladas. Para conocer las dimensiones que debía tener un barco capaz de transportar semejante peso se puede establecer una relación comparativa con otro navío del mismo período, que transportó dos obeliscos encargados por Tutmosis I, padre de Hatshepsut, y que hicieron la misma singladura. La biografía del arquitecto Ineni, artífice del traslado, nos cuenta que el barco de Tutmosis tenía una eslora de 63 metros y una manga de 21. En base a ello, el barco de carga de Hatshepsut tuvo que tener una eslora cercana a los 90 metros y una manga de unos 30.

Cerca de donde aún se erige uno de los obeliscos de Hatshepsut, en Karnak, un gran bajorrelieve nos habla de un barco con un cometido muy distinto. Se trata de Userhat, la gran barca de Amón. En esta lujosa nave se alojaba la capilla con la estatua de Amón, que salía del templo dos veces al año, con motivo de dos grandes festividades religiosas: la fiesta de Opet y la bella fiesta del valle. Una estela erigida por Amenhotep III explica que el barco se construyó en madera de cedro y su popa estaba adornada con plata trabajada y oro, mientras que su cabina y su mástil estaban recubiertos de electro, «que llenaba la tierra con su brillo». Según elPapiro Harris, la eslora era de 68 metros. Para navegar era remolcado por la nave real, impulsada por sesenta remeros.
Navíos en las tumbas

El Nilo y las embarcaciones que lo surcaban estuvieron siempre presentes en el quehacer cotidiano de los egipcios, y no sólo en el plano terrenal. En Deir el-Medina, el poblado de los obreros de la necrópolis real, éstos se dividían en dos grandes equipos: el de estribor (derecha) y el de babor (izquierda), según el lado de la calle principal en el que vivían. Y eso teniendo en cuenta que la aldea se ubicaba en pleno desierto, lejos del río. Quienes vivían junto al río acudían al mercado de pescado, instalado junto al muelle, cuando las barcas regresaban al atardecer. Muchas tumbas tebanas nos brindan escenas de la vida cotidiana como ésta, que nos trasmiten una sensación de cercanía pese a los milenios transcurridos.
Las maquetas de barcos depositadas en las tumbas del Imperio Medio son magníficos ejemplos para conocer cómo trabajaban los pescadores del Nilo o cómo se transportaban los sarcófagos hasta las necrópolis de la orilla occidental. El Museo Egipcio de El Cairo y el Metropolitano de Nueva York conservan una atractiva colección de modelos en madera pintada, descubiertos en 1920 por Herbert Winlock en la tumba del alto dignatario Meketre, de la dinastía XII, en Deir el-Bahari. Son los más bellos ejemplares de barcos de esta época, y nos recuerdan con fuerza evocadora hasta qué punto la vida de los egipcios transcurría por las tranquilas aguas de su río sagrado.





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