En la Edad Media torneos de justas eran muy populares. De hecho, luchar era más de un encuentro deportivo. Sin embargo, el riesgo de muerte seguía siendo alta, por lo que la armadura jugó un papel importante en la seguridad de los combatientes. Se podía romper fácilmente por la cabeza o coger un trozo de la lanza en el cuello sin un casco de combate.