Los tardígrados (llamados comúnmente osos de agua debido a su aspecto) constituyen un filo de invertebrados protóstomos segmentados microscópicos (de 0,1 a 1,2 mm) que habitan en el agua y poseen ocho patas.
Los tardígrados fueron descritos por primera vez por Johann August Ephraim Goeze en 1773. El término Tardígrada significa "de paso lento" y fue dado por Lazzaro Spallanzani en 1777 justamente debido a la lentitud de este animal. La denominación oso de agua fue dada por Goeze (del alemán Kleine Wasser-Bären, literalmente "ositos de agua") y hace referencia a la manera en la que caminan, similar al andar de un oso.
Los adultos más grandes pueden verse a simple vista porque llegan a alcanzar un largo de 1,5 mm. Los más pequeños pueden medir 0,05 mm. Se conocen más de 1000 especies de tardígrados.
Tal vez la cualidad más fascinante de los tardígrados es su capacidad, en situaciones medioambientales extremas, de entrar en estados de animación suspendida conocidos como criptobiosis. Mediante un proceso de deshidratación, pueden pasar de tener el habitual 85% de agua corporal a quedarse con tan solo un 3%. En este estado el crecimiento, la reproducción y el metabolismo se reducen o cesan temporalmente y así pueden pasar más de 100 años. A mediados de siglo XX, el científico-médico Colombiano Guillermo Nossa añadió agua a algunos tardígrados secos que estaban sobre la hoja de un helecho que llevaba seca en un museo desde el siglo XVII y, tras 120 años, se despertaron y continuaron su vida normalmente. Esta resistencia permite a los tardígrados sobrevivir a temporadas de frío y sequedad extremos, radiorresistencia a la radiación ionizante y resistencia al calor y la polución. Existen estudios que demuestran que, en estado de metabolismo indetectable, pueden sobrevivir a temperaturas que oscilan entre los –272 °C y los 149 °C,2 así como a la inmersión en alcohol puro y en éter. Científicos rusos afirman haber encontrado tardígrados vivos en la cubierta de los cohetes recién llegados de vuelta del espacio exterior. Recientes investigaciones3 demuestran que son capaces de sobrevivir en el espacio exterior. Otra posible faceta sorprendente de estos invertebrados es que existen indicios importantes de que son eutélicos, es decir que el número de células de su cuerpo sería fijo para cada especie, como les ocurre a los nemátodos.