Hermann Hesse supo desde pequeño que quería ser escritor, pero sus padres no estaban de acuerdo. Su deseo era que Hesse fuese religioso, como lo eran ellos. Su padre trabajó como misionero en India antes de que él naciera, y su madre era hija de un misionero. El 2 de julio de 1877 trajo al mundo a Hermann en Calw, en las cercanías de Stuttgart. Hesse creció en un hogar muy devoto. Sus padres lo enviaron en 1891 al seminario del convento protestante de Maulbronn, del cual se escapó después de unos meses porque no podía soportar la educación religiosa.
“Poeta o nada”
La decisión de Hermann Hesse ya era clara en esos días. Quería “ser poeta o, si no, nada”. Su camino hacia la escritura fue una odisea. Pasó por varias escuelas. No se adaptaba. Durante una fase depresiva, a los quince años, intentó quitarse la vida. Trabajó en un taller de construcción de maquinarias, en una fábrica de relojes de campanario y en librerías.
La búsqueda de la propia identidad y el difícil proceso de realización personal fueron temas que Hesse desarrolló más tarde en sus novelas. Sus historias estaban atravesadas de alusiones a experiencias vividas, de autoanálisis, de descubrimientos poéticos. El biógrafo de Hesse, Gunnar Decker, explica así el interés que despierta la obra de Hesse en todo el mundo: “Tiene que ver con temas como la autonomía y la religiosidad, un concepto de religiosidad que no es militante ni misionario, sino abierto a otros conceptos de vida, a otros planteamientos. Temas muy urgentes en el mundo árabe.”
El joven Hermann Hesse.
En 1904, Hesse logró su primer éxito literario con “Peter Camenzind”. De pronto podía vivir de lo que escribía. Se casó con la fotógrafa Maria Bernoulli, se mudó a Constanza y tuvo hijos. Pero la comodidad y la seguridad de la vida en familia no eran para él. Se transformaron en una tortura. Su matrimonio fracasó, pero no fue el último.
Hesse abandonó la casa de campo a orillas del Lago Constanza para conocer el mundo. Viajó a Sri Lanka y a Indonesia, viajes que influyeron más tarde en sus obras. Por ejemplo, en su novela “Siddhartha, un poema hindú”. Luego de su regreso de Asia, Hesse se mudó a Suiza y en 1914, a comienzos de la Primera Guerra Mundial, se ofreció voluntariamente como soldado, pero fue declarado no apto por un problema en la vista. En lugar de pelear en el frente, Hesse ayudó a prisioneros alemanes en Berna.
De soldado voluntario a detractor de la guerra
Hermann Hesse fue, sin embargo, un detractor de la guerra. A comienzos de la Primera Guerra Mundial intentó en un artículo del periódico suizo Neue Zürcher Zeitung titulado “Amigos, no en ese tono”, apelar a los intelectuales alemanes a ocuparse menos de la polémica nacionalista y a demostrar más humanidad. El resultado fue el acoso, el odio y la burla. Esa crítica y la guerra conmocionaron a Hesse. A eso se sumaron problemas personales. Su padre muere, su hijo menor se enferma gravemente, y Hermann Hesse se hunde en una crisis personal. En 1917 busca ayuda profesional, y sublima su encuentro con el psicoanálisis en una novela –“Demian”- bajo el pseudónimo de Emil Sinclair.
Casa Camuzzi, residencia en la que vivió Hermann Hesse, in Montagnola, Suiza.
El primer matrimonio de Hesse fracasó, con lo cual dejó a su familia y comenzó una nueva vida. En su nuevo hogar -en Ticino, Suiza- surgieron algunas de sus obras más importantes, como “El lobo estepario” y “Narciso y Goldmundo”. En 1924 adoptó la nacionalidad suiza y se casó con Ruth Wenger, de la que se separó tres años más tarde. Su tercera mujer, la historiadora Ninon Dolbin, se casó con él en 1931 y permaneció junto al escritor hasta la muerte de hesse.
Hesse, enemigo del nazismo
La toma del poder por parte de los nazis en Alemania fue motivo de rechazo y preocupación para Hermann Hesse. Durante el transcurso de la guerra, Hesse apoyó a los refugiados alemanes del régimen nazi, como Thomas Mann o Berthold Brecht, ofreciéndoles asilo. Y fue también durante la Segunda Guerra Mundial que creó su última gran obra, “El juego de abalorios”, a la que debe, en parte, el Premio Nobel de Literatura, que le fue otorgado en 1946 por “la inspiración de su obra poética, que en su desarrollo audaz y profundo representa ideales del humanismo clásico, así como del gran arte del estilo”, según argumentó el jurado. Después del fin de la Segunda Guerra Mundial, se leyó mucho a Hesse en una Alemania que reflexionaba y buscaba nueva orientación.
Al morir Hesse en 1962 en su casa de Montagnola, Suiza, la popularidad de sus libros –coronada por el Premio Nobel- parecía haberse esfumado. Los críticos de Hesse aseguraban que sus relatos eran apenas una colección de kitsch de bajo nivel. Pero el movimiento hippie en EE. UU. influyó en que se volviera a leer su obra. Los hippies se veían reflejados en sus personajes, divididos entre su vida como artistas y como individuos de una sociedad burguesa. Así como Harry Haller, el protagonista de “El lobo estepario”, que fue un boom de ventas en todo el mundo y no ha dejado de serlo hasta hoy.