El cuidado del cabello en la Europa del siglo XVIII, era de mucho estilo, pero de poca higiene. Luis XIV fue precursor esta moda peluquera.
En la corte francesa se empezaron a usar pelucas a raíz de que el rey Luis XIV comenzó a utilizarlas debido a una calvicie. Se popularizaron entre la corte -absurdamente- pues tendían a imitar lo que el Rey usaba. Sólo podían usarlas los nobles y la moda se extendió a otras cortes europeas. Otras versiones relatan que era una época en que proliferaban muchas enfermedades venéreas, como la sífilis, que relegaban graves secuelas como la caída del pelo o manchas en el cuello, partes del cuerpo, etc, pues la vida en la corte era algo “promiscua”, y con el fin de disimular, empezaron a utilizarse pelucas, al igual que el maquillaje y los guantes. Fomentadas por la reina María Antonieta, en esa época se impusieron los increíbles peinados de estilo alto. Estos peinados altos sólo podían componerse con la ayuda de peluqueras y doncellas personales, que tardaban varias horas en organizar estructuras metálicas, almohadillas, trenzas de cabello y un gran surtido de elementos decorativos, que podían ser joyas costosas, frutas o verduras.
Maria Antonieta marcó la tendencia entre las féminas. Sin tener en cuenta lo costoso de elaborar estos peinados, el verdadero precio era sostener la pesada y engorrosa carga que frecuentemente degeneraba en dolores de cabeza o abscesos. Por no hablar de la aparición de piojos y pulgas, hecho que era bastante habitual, dados los factores antihigiénicos de la época, ya que lavarse el pelo era algo insólito. Hasta se dice que de algunas pelucas saltaban ratones. Otros aristócratas se decantaban por una peluca empolvada y se afeitaban el cráneo por higiene contra los parásitos, mientras que unas varillas de materiales preciosos, normalmente marfil, se utilizaban para rascarse la cabeza de manera elegante sin tener que quitarse la peluca ante el público.